Fuimos a ver Jacuzzi, una obra de teatro que se estrenó en Cuba. El plural nada tiene de mayestático. Éramos cuatro personas: Linda (mi mujer), Gina (nuestra hija, también periodista) y Rogelio Quintana, un ilustrador y pintor, escapado de Cuba, que lleva más de 40 años en España,. El cuarto, claro, era yo. Se trataba de un martes por la noche. La sala, en el Teatro Lara, en Madrid, estaba a reventar. Los actores, Yunior García Aguilera, autor de la obra y que se representa a sí mismo, Claudia Álvarez –“Susi” en la obra- y Yadier Fernández, “Pepe” en la obra. Los tres estuvieron magníficos. Son prodigiosamente “naturales”. Tanto, que los despidieron con aplausos sostenidos y tres veces debieron regresar al escenario.
Nada de jacuzzi: una simple bañera o, como dicen los cubanos, “bañadera” llena de agua y espuma. Susi ha trabajado en el exterior hasta reunir una cantidad de dinero que le ha permitido adquirir una casa en Cuba, jacuzzi incluida. (No hay duda de que Raúl ha sido mejor que Fidel en ese extremo, o menos estúpido). Susi ha regresado triunfadora de sus benditos trabajos. Susi se queja de la revolución en cosas concretas: lo caro que está “todo”, y especialmente, que es imposible trabajar para mejorar la calidad de la vida, “salvo los hijos de papá”, que tienen todo a su favor. Pepe es el revolucionario, hijo y nieto de quienes han defendido el “proceso”, y amenaza a todos los “gusanos” de actuar contra ellos, pero admite que la situación es desesperante ante una realidad que se deteriora irremisiblemente. Yunior es un idealista que desea ser amigo de revolucionarios y contrarrevolucionarios, porque no acepta la premisa de que existe una criatura refractaria per se a los valores de la amistad y la decencia. Quiere ser una persona libre y elegir a sus amigos más allá de la estrechez que le impone la revolución. Sin embargo, es Pepe quien pide y dice constantemente “que no se hable más de política”. Es una declaración que le impone la revolución y la que él admite sin ambages.
Hay dos momentos cumbre en la representación de Jacuzzi. Uno cuando Yunior le dice a Pepe que, pese a la bazofia que debe oír cuando él defiende la revolución, y la pretendida gratitud que se supone que la gente siente cuando se habla de los “logros” de la revolución, Pepe sigue siendo su “mejor” amigo. No importan los “teques” que Pepe ha debido aprenderse de memoria. Siempre hay y habrá un lugar en el corazón de Yunior para venerar a su amigo. El segundo momento cumbre es el que provoca Yunior cuando crea Archipiélago a los 40 años de edad en La Habana, junto a Dayana Prieto, su mujer, -monólogo evidentemente escrito fuera de la Isla-, y desarrolla una estrategia para sacar a los cubanos a manifestarse como si Cuba fuera un país libre. No lo es. Fueron a su modesta vivienda y le montaron un “acto de repudio”, en el que sus vecinos no quisieron participar porque a sus vecinos les constaba que eran un par de jóvenes decentes y laboriosos . Y tan no lo es, que acabó exiliado en España, traicionado por la propia gente que parecía ayudarlo, acusado de “agente de la CIA” y complotado con Felipe González para alguna cosa inconfesable.
Bienvenido al selecto club de los “agentes de la CIA”. Espero que de tanto machacar esa infamia del régimen castrista haya perdido totalmente su eficacia. Cuba es el único país del mundo que dio la orden por escrito, en los años sesenta, cuando la generación de Archipiélago ni siquiera había nacido, de interrumpir las relaciones con los “desafectos” de la revolución. Y la única sociedad que se atrevió a cumplirla. Esposos y esposas que nunca más supieron de sus cónyuges y parejas. Hijos que no volvieron a saber de sus padres y viceversa. Hermanos y amigos que simulaban no ver a sus relacionados para que no los asociaran. En el colmo del machismo, servicios secretos que espiaban la entrepierna de las mujeres de los gerifaltes para sorprenderlas en sus correrías y exigirles que se dedicaran a espiar a sus maridos o que se divorciaran. La consigna era muy clara: “nunca hubo un dirigente revolucionario tarreado”.
Espero que Yunior García Aguilera se dé cuenta que el único favor que le ha hecho la Seguridad es arrojarlo fuera del calabozo y de la Isla de Cuba. Al régimen se le planteó una disyuntiva: matarlo o exiliarlo. Se decidieron por la segunda, pero antes o simultáneamente crearían una atmósfera de sospecha. En el exilio, no hay duda, existe libertad creativa. El martes pasado lo demostró Yunior agitando la catarsis cubana en un jacuzzi.