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Alvarado y el hogar como protagonista de la historia cubana

Juan Antonio Alvarado durante un evento en La Madriguera (Miami)

El texto que sigue fue escrito como prólogo para el último libro del doctor Juan Antonio Alvarado, cuyo aniversario de muerte recordamos hoy con especial tristeza. Desafortunadamente, su fallecimiento impidió la publicación de ese libro, Poblamiento y asentamientos en Cuba, justo cuando ya estaba listo para la imprenta. Vaya entonces por delante el prólogo, con la esperanza de que sirva de estímulo para aquellos a quienes corresponda materializar el último proyecto del doctor Alvarado, no sólo por su significación simbólica sino, también, y sobre todo, por su enorme importancia para la cultura cubana.

El hogar como protagonista de la historia cubana

Es curioso que al esbozar sus primeros dibujos, los niños de La Habana o de cualquier otra ciudad de Cuba recreen el mismo paisaje que pintaban en la infancia sus abuelos o bisabuelos: un valle con suaves colinas, el sol, palmas reales, un camino, y siempre la humilde casita al centro, dominando el cuadro. Supongo que los psicólogos hallarían alguna explicación para tal extrañeza, ya que la mayoría de estos niños citadinos de hoy no han tenido ocasión de ver con ojos propios el panorama en que se inspiran para su primera manifestación creadora. Esa espontaneidad, libre de influencias directas o de cualquier idea preestablecida, se muestra paradójica e invita sin duda a la especulación. Es otro de los misterios que nos acompañan, parafraseando a Lezama Lima. Pero no viene a capítulo abundar en él. Lo que nos interesa de momento es anotar cómo las distintas y aun muy diversas generaciones de cubanos han insistido en la significación del hogar como centro de su paisaje. No tendría que ser una tendencia exclusiva. De hecho, la psicología establece que todos los niños ven en la casa un símbolo del útero materno. Pero de lo que se trata aquí no es de la casa, genéricamente hablando, sino de un determinado tipo de casa, siempre el mismo, que aun cuando supuestamente fue trascendido por la historia, sigue vivo en el inconsciente colectivo en tanto patrimonio cultural.

¿Será que no es posible describir el proceso de desarrollo de una nacionalidad, o al menos de la nuestra, sin llevar por delante, como guía, el devenir de sus estructuras poblacionales, de sus asentamientos, del hogar de sus habitantes como fiel sostén de la historia?

Es lo que demuestra haberse planteado el doctor Juan Antonio Alvarado al escribir su libro Poblamiento y asentamientos en Cuba, una indudable novedad dentro de los estudios historiográficos y etnográficos del país, pues, en vez de enfocar el desarrollo del hogar cubano sólo como una de las consecuencias lógicas del proceso socioeconómico, cultural, demográfico y geográfico que ha tenido lugar desde el descubrimiento y conquista de los españoles, invirtió un tanto las pautas convencionales para observar el devenir histórico según las condiciones del hogar en sus distintas etapas.

Por más que en nuestro país, como en cualquier otro, el poblamiento y los asentamientos se hayan derivado de relaciones y condiciones socioeconómicas bien específicas, se sabe que una vez instaurados, adquieren vida propia como patrimonio de la cultura y van dejando su huella en la formación de las personas y en la evolución de la nacionalidad.

Partiendo precisamente de esa huella, el doctor Alvarado ha logrado acompañar el surgimiento y consolidación de la cubanidad o cubanía, la cual, de acuerdo con lo conceptuado por don Fernando Ortiz, es la calidad de lo cubano, su manera de ser, su carácter, su índole, su condición distintiva, su individuación dentro del conglomerado universal. Poblamiento y asentamientos en Cuba es, en tal dirección, un libro realmente singular.

Desde luego que son muchos los estudios que se han dedicado a profundizar con agudeza en las circunstancias que intervinieron en el desarrollo de nuestra nacionalidad. Todos los grandes nombres de la historiografía cubana aparecen vinculados a este tipo de análisis. Desde los Pérez de la Riva, Hortensia Pichardo o Manuel Moreno Fraginals, hasta Ramiro Guerra, Julio Le Riverend, Leví Marrero o el propio Fernando Ortiz, por citar sólo algunos. Todos abordaron de algún modo la incidencia de los factores socioeconómicos y demás en ese desarrollo. Sin embargo, yo al menos no conozco otro libro en que el examen partiera del hogar como protagonista de la historia, o en todo caso no para seguir la historia del país en general, que es como lo hace Poblamiento y asentamientos en Cuba.

Justo por no disponer de suficiente material escrito que le facilitara el trabajo de investigación, Juan Antonio Alvarado se vio impelido a realizar una ardua labor de terreno, recolectando datos en los sitios o en las ruinas de los sitios que pretendía estudiar y recabando fuentes orales que al final iban a resultarles de una utilidad concluyente. En suma, la información que logró recopilar in situ demandaría el apoyo de varias expediciones etnográficas para el estudio de 218 asentamientos, además de una encuesta nacional que abarcó 1,363 localidades de la isla. Al igual que lo hizo para la elaboración de su obra anterior, La huella africana en Cuba (la cual parece guardar más de una interesante imbricación con este libro), el autor echó pies en tierra, poniendo en acción sus amplios conocimientos como antropólogo, su dominio de la historia y la etnografía cubanas, así como su experiencia profesional de varias décadas y su pasión por la cultura nacional, de manera que el resultado no podría ser menos que extraordinario.

Y no es todo. Además de propiciarnos una fuente de información con características sui géneris, Poblamiento y asentamientos en Cuba nos ofrece también la oportunidad de una muy amena lectura, enriquecida por una extensa galería de fotos, muchas tomadas por el propio autor en sus exploraciones de los años 80, en el siglo XX. Ambos valores, consubstanciados, consiguen que este libro no solamente sea peculiar sino también bello.

A mí particularmente me ha impresionado constatar, a través de algunas de sus descripciones y sus fotos, la forma en que aún pervive en el país la gran mayoría de las estructuras hogareñas que han venido acompañando a los cubanos a lo largo de casi toda la historia. Por razones de ocupación profesional, debí recorrer en otros tiempos todas las provincias de la Isla y muchos de sus rincones más remotos, tanto en el oriente como en el centro y occidente. Y me resulta asombroso (aunque no siempre sea grato) ver, por ejemplo, la semejanza que existe entre no pocos asentamientos rurales de hoy con los bateyes y otros tipos de comunidades rústicas de siglos atrás, digamos de los tiempos de la expansión cafetalera y tabacalera o del auge azucarero. Al visitar ahora mismo esos enclaves, algunos tal vez no sepan (yo mismo confieso no haberlo hecho demasiado consciente) que se encuentran ante un paisaje punto menos que intacto al que hubieran podido presenciar en los siglos XVIII o XIX. En el mejor, o quizá en el peor de los casos, muchos de los cambios ocurridos en el hogar cubano durante las últimas décadas, tanto en lo que se refiere a esos parajes apartados como a cualquier ciudad o incluso a la misma capital, no parecen contener progresos sustanciales, estética o materialmente, si bien no dejan de ser representativos en sí mismos de una época. Ante el panorama de una actual cuartería habanera, o de una de las múltiples villas miserias que hoy conforman el cinturón de la capital, igual que ante el de muchas actuales comunidades rurales del oriente o de Pinar del Río, las descripciones y las fotos del libro Poblamiento y asentamientos en Cuba vienen a ser reveladoras en más de un sentido. Y si bien no representan necesariamente un misterio, como el de la tendencia de nuestros niños a recrear los paisajes que pintaban sus bisabuelos, pueden incorporar el interés por el desarrollo del hogar cubano a las aspiraciones de progreso que hoy se reavivan entre nuestra gente.

Sería esperanzador que Juan Antonio Alvarado se propusiera culminar sus valiosas investigaciones sobre el hogar como protagonista de la historia cubana, extendiendo el radio hasta estos días. Es una tarea que sólo podrá ser emprendida desde la total independencia, sin otros compromisos que no sean los que él demuestra tener con el conocimiento de la cultura cubana y con el fervor por las esencias de nuestra nacionalidad.

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José Hugo Fernández
El escritor habanero José Hugo Fernández ha publicado una treintena de libros, entre ellos, las novelas “Los jinetes fantasmas”, “Parábola de Belén con los Pastores”, “Mujer con rosa en el pubis”, “Florángel”, “El sapo que se tragó la luna”, “La tarántula roja”, “Cacería”, “Agnes La Giganta” o “El hombre con la sombra de humo”; los libros de relatos “La isla de los mirlos negros”, “Yo que fui tranvía del deseo”, “Hombre recostado a una victrola”, “Muerto vivo en Silkeborg” o “La novia del monstruo”. Los libros de ensayos y de crónicas “Las formas del olvido”, “El huevo de Hitchcock”, “Siluetas contra el muro”, “Los timbales de Dios”, “La explosión del cometa”, “Habana Cool”, “Rizos de miedo en La Habana”, “Una brizna de polen sobre el abismo”, “La que destapa los truenos”, o “Entre Cantinflas y Buster Keaton”. Trabajó como periodista independiente en La Habana durante más de 20 años. Reside actualmente en Miami.
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