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Algunas reflexiones sobre el coronavirus y el autoritarismo chino

La cultura occidental está muy confundida luego de haberle permitido y aportado una acelerada industrialización a China, dominada autoritariamente por el Partido Comunista Chino (PCCh). Ese enorme país, históricamente tan encerrado en sí mismo y poco transparente, ha agradecido a Occidente sin instrumentar el más mínimo cambio democrático. Encima, ha establecido tecnológicamente un control electrónico total sobre su población (el Gran Hermano habla mandarín) sobre la base de ir compitiendo deshonestamente, trampeando patentes, exportando productos de baja calidad.

Ahora se hace cada vez más evidente que, además, ha manipulado informaciones sobre su industrialización acelerada, la contaminación derivada y los sucesivos golpes de respuesta ecológicos (ecological backlash) virales que ello ha provocado: 1957-1958  H2N2, 1968-1969  H3N2, 1997-2004  H5N1, 2003 SARS, 2006 Gripe aviaria, 2010 Gripe porcina, 2013 Peste Porcina, 2019 Coronavirus, 2020 Covid-19.

Las democracias industrializadas de Occidente emergieron de las barbaries medievales autoritarias, militaristas y eminentemente artesanales dando traspiés sociales, científicos y tecnológicos por más de trescientos años. Transitaron por el autoritarismo (Pedro el Grande, Luis XIV o Felipe II) pero el militarismo, luego de Cromwell, quedó como un componente social, rara vez fue su columna vertebral y, cuando así fue, desvencijó a Europa (I y II Guerras Mundiales). Luego vino la Ilustración, el racionalismo, el positivismo, la ciencia occidental y sus métodos de cribar ideas preconcebidas. Pasaron por períodos agrícolas, manufactureros e industriales y fases de capitalismo agrario, industrial y especulativo.

China había quedado excluida de esa emergencia civilizatoria por funcionar totalitariamente desde hace miles de años. Sus emperadores gobernaban a capricho y decidieron cerrarse al comercio. Sus estructuras sociales no evolucionaron. Tendían a ser grupales, campesinas, con muy poca preeminencia del individuo. Y su ejército era (y es aún hoy) la columna vertebral social. Hacia los 1980s, aún China padecía hambrunas y su paquete industrial era pequeño y poco tecnológico. Su ciencia y tecnología eran, por decir algo, descriptivas, parvularias y artesanales.

A partir de los años 1960’s ocurrió un acercamiento a EEUU, bajo una política diseñada por Henry Kissinger. Al parecer, éste supuso que inversiones en aquel país lo harían incorporarse a las concepciones modernas de gobernabilidad internacional, y dejarían atrás sus maneras autoritarias y totalitarias. Pero no ha sido así.

La muy rápida industrialización de China no cambió el modo de concebir el poder de sus cúpulas gobernantes, que se proclaman aún hoy usualmente autoritarias en nombre de sabios como Mao y Marx. El país se ha convertido en otra locomotora industrial mundial, pero existen numerosas evidencias de que lo hace porque roba todo tipo de patentes, está efectuando un sistemático espionaje industrial —el más blando de los cuales es enviar a millones de alumnos a formarse en universidades de Occidente para calzar su salto tecnológico—, reproduce con baja calidad todo tipo de productos sin respetar derechos de autor y cumple sus contratos en apariencia pero con muy deficiente control de calidad, lo cual ocasiona que los mares del mundo estén llenándose de porquería plástica china. Para colmo, el Estado se considera ante todo carcelero de ovejas negras y evita las protestas de su mano de obra explotada y cautiva, la vigila hasta un nivel hipertecnológico (meta-orwelliano), contamina y destruye su propio medio ambiente, llena el mundo de productos plásticos baratos que no se descomponen y compite agresiva y deslealmente con empresas capitalistas que no son santas pero que han tenido que emerger con trabajo duro y creando su know how desde la dark era.

La emergencia de Europa desde sus etapas de autoritarismo medieval hasta la presente Sociedad del Bienestar se basó en permitirle un papel clave al individuo emprendedor (entrepreneur). La enorme creación de riquezas que ocurrió en Europa luego del siglo XVIII, el de las Luces, no se basa en la acumulación de lingotes de oro en la City londinense, como usualmente se afirma, sino en la enorme acumulación de conocimientos y ciencia que caracterizó su industrialización a partir de 1750. Con ello se dejó atrás formas sociales serviles, feudales, que eran muy improductivas y subyugaban la creatividad (científica y artística) al capricho de hombres de armas, los señores feudales.

La ultima epidemia originaria de China (Covid 19) ha detenido al mundo, que no es nada perfecto pero que parecía emerger paulatinamente y acercarse renqueando a lo que llamamos progreso. Es momento de bajarnos del carrito loco en que íbamos y sacar cuentas.

¿Se ha cumplido la esperanza de que no era peligroso habilitar al PCCh con un importante paquete tecnológico? ¿Es lógico haber creado un competidor desleal, que ha importado toda una tradición innovadora occidental y ahora proclama que su ideología y sociedad es superior? ¿Está imbuida la cultura china de un milenario autoritarismo del que es incapaz de deshacerse?

¿Dónde estamos? ¿Se trata de la Guerra Mundial biológica? ¿Es esto un error de cálculo o simple ambición desmedida de algunos inversores occidentales? ¿Podemos aplicar aquello de Libertad, Igualdad, Fraternidad en la cultura china y con el PCCh actuando de árbitro?

Si en Occidente hay alguien que ha hecho esto a plena consciencia, no es un patriota. Y si lo ha hecho pensando en las ganancias inmediatas de mano de obra muy barata, es un idiota.


Texto correspondiente al número XV de Puente de Letras, de próxima aparición


 

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