Algunos artistas de renombre internacional como Leo Brouwer, Chucho Valdés y Van Van han expresado, de una u otra manera, su rechazo a la represión del Estado cubano contra el pueblo. Que yo sepa, lo han hecho solo en las redes sociales. Muy bien y aplausos.
Pero eso no basta. Si de verdad piensan así, deben usar su propio prestigio para denunciar abiertamente la represión. Quienes se han tirado a la calle desde el pasado 11 de julio no tienen ni prestigio ni carreras que cuidar ni dinero. Por el contrario, para el Estado son no-personas, criminales y delincuentes. No van a investigar los muertos porque esas vidas no les importan.
Pero cada artista, escritor, intelectual, músico, actor, director de cine que tenga visibilidad internacional, y a quien, por lo mismo, el Estado no puede descalificar ni llamar mercenario sin descubrir las mentiras que ha fabricado, si no usa ahora ese poder para defender a los que lo tiran todo al fuego entonces lo está usando para apoyar la represión.
Y aquellos como Víctor Fowler y Nancy Morejón, que arremetieron contra la declaración conjunta de Harvard, ahora tienen una oportunidad única: o dan la cara y suman sus voces a la de Díaz-Canel y llaman a los cubanos criminales y delincuentes, o hacen, por fin, lo que debieron hacer hace mucho tiempo.
Nunca le he exigido a nadie, ni acepto que me lo exijan, que tome posición. Pero no soy yo, ni es nadie en particular. El Estado, al mostrarse en su represión brutal, es el que ahora ha eliminado cualquier excusa para el silencio.
Van a hacer juicios sumarios y van a aplicar condenas duras, porque tienen miedo y porque quieren infundir terror. Por eso ahora hacen falta todas las voces capaces de salirles al paso.