In vino veritas: la reciedumbre de Juan Carlos

Festival Vista de Miami: Los escritores Francisco Alemán de las Casas y Juan Carlos Recio

I

Alguien que ha sufrido por causa de la palabra no es necesariamente un mártir. Pero siempre estará cercano al concepto. Los sanos estigmas de su cárcel (o circo: en el caso que nos compete-Cuba-son sinónimos, y ninguno es mejor) siempre moldearán su verbo y conducta, aproximándolo a la tristeza o a la alegría, a la absoluta seguridad de quien tiene, o tuvo, todo perdido. Por eso Para matarlos a todos (Neo Club Ediciones, 2016), el poemario de Juan Carlos Recio, no debe amedrentarnos con su título. Es precisamente lo contrario: una poesía que, serena, sangra. No como una herida, sino como una transfusión. Mano que viene a ti no como puño de carcelero sino como palma abierta que ayuda a salir del pantano. O te acompaña en la fiesta. Porque sí: además de cárcel y circo y tristeza y Cuba, también hay fiesta.

 

II

Tomo ron con los perdidos,

no hablo mal de ellos,

solo dejo que me enamoren

por las veces que sin saberlo

han sido los cobardes.

(p. 21).

Todo se puede esperar y recibir de un libro que comienza así. Cuánta meticulosa sabiduría en solo cinco versos. Un ensayista va a necesitar al menos cien páginas para explicarnos lo mismo. Pero la poesía no explica. La poesía de Juan Carlos nos recuerda el conocimiento que existe en nosotros, ese que hemos decidido ignorar por un mendrugo o por treinta monedas. Quiénes son los perdidos. Yo he sido uno. He besado la mano del carcelero (es un decir) que me traía la sopa. No amaba al carcelero, ni la sopa. Solo tenía hambre. Y Recio, quien siempre estuvo encontrado, nos da de entrada esa primicia de desagravio. Un perdón tan grande como nada más pueden necesitarlo quienes nunca tuvieron un país, o a quienes lo tuvieron y les fue arrebatado. Sí: creo que se puede y se necesita ser mejor persona. Sí: creo que robar y mentir y delatar es malo. Pero también creo en la gracia del perdón, y en el perdón de la poesía. En la de Juan Carlos Recio tenemos ambas. Léase, y sabrá perdonar y ser mejor persona y tendrá un país.

No un circo.

No una cárcel.

Un país.

III

He visto la leve apoteosis de la literatura cubana, y su sostenido descenso. Fui testigo de cómo un discurso que prometía ser fuerte, gozoso y adolorido, mutaba, al final del siglo XX, en una autocelebrada y roñosa pobreza de forma y contenido. Como la realidad misma. Y es que resulta imposible el arte (sí: creo en el arte) sin libertad. Algún ensayista ya debe haberlo dicho en otras cien páginas. El creador del que hablamos la perdió dos veces (al nacer, al ir preso) para ganarla Una. Por eso me alegró tanto ir sabiendo que la Cuba geográfica no determina. Hay una Patria mayor a la que quitaron su libertad para que la consiguiera. En ella están las mejores películas y canciones. Las mejores historias de amor. La mejor poesía.

Tiene que comprobarlo. Lea Para matarlos a todos, de Juan Carlos Recio, nacido en Santa Clara, Cuba (1968). Radicado, desde el 2000, en Nueva York, USA.

Sé que me entienden.

IV

Sobre las marcas delineadas de su cuerpo

es que existo:

marcas que han dejado espacio de sobra

y que ya comienzan a podrirse sin remedio.

(p. 102).

V

Y no encuentro el odio o el resentimiento por ninguna parte. Este, además de buen poeta, es un buen tipo. Es decir, una especie que creíamos extinta y que de pronto reaparece en sus páginas, su vida (son una las dos). Alguien que en las madrugadas despierta a los desconocidos para que le dibujen una oveja (p. 164).

VI

Qué bien está la perentoria necesidad de definirse, de saber quién no es en Juan Carlos Recio. Obvio que amar no basta. Obvio que ser poeta no basta. Pero cuando unes estos elementos consigues intensidad y altura. Y el odio sobra. Porque la Nada y el Odio también deben ser laboriosamente creados. Pero esa labor corresponde a otro tipo de personas y su asqueroso poder. Estos siempre serán y han sido adversarios del Poeta, creador (y amante) total.

VII

Te resultará agradable (o portentoso) encontrar a alguien que no se debilite en el gesto. Alguien que no promete ni amenaza. Simplemente da. Una vida o una actitud pueden ser “poéticas”. Pero un poema no es más que un poema, y basta. Este libro, que es el Poema de Juan Carlos Recio, no debe ser leído con esperanza: debe ser leído para recuperar la esperanza y la poesía perdidas.

Y así como perdimos Cuba para tenerla siempre, con Para matarlos a todos ya jamás dejaremos de tener Patria, Esperanza, Poesía.

Yo lo prometo.

Él, que es un magnífico poeta y un buen tipo, solo las da.

No debilites el gesto.

Convierte tu puño en mano y recibe el don.

Lo necesitas.