Ezra Pound es uno de los grandes de la poesía norteamericana y universal. Ni siquiera sus simpatías personales con el fascismo de Mussolini pudieron opacar su celebridad. Además de su excepcional carrera poética, fue también un gran ensayista y un maestro de escritores. A mí, de manera muy especial, me gustan sus poemas breves de los Cantos y de otros poemarios. Aquí van algunas de sus joyitas breves.
El desván
Ven, apiadémonos de los que tienen más fortuna que nosotros.
Ven, amiga, y recuerda
que los ricos tienen mayordomos en vez de amigos
y nosotros tenemos amigos en vez de mayordomos.
Ven, apiadémonos de los casados y de los solteros.
La aurora entra con sus pies diminutos
como una dorada Pavlova,
y yo estoy cerca de mi deseo.
Nada hay en la vida que sea mejor
que esta hora de limpia frescura,
la hora de despertarnos juntos.
El jardín
Como un ovillo de hebras de seda estampado contra una pared
ella bordea la tapia de un sendero en los jardines de Kensington
y se va muriendo poco a poco
de una especie de anemia emocional.
Y por allí se pasea una chusma
de hijos de la miseria, inmundos, vigorosos, inextinguibles.
Ellos heredarán la tierra.
Ella es el final de la estirpe.
Su aburrimiento es exquisito y excesivo.
Le gustaría que alguien fuese a hablarle,
y casi tiene miedo de que yo
cometa esa indiscreción.
Francesca
Saliste de la noche
y había flores en tus manos,
ahora saldrás de una muchedumbre,
de un tumulto de dichos.
Yo que te vi entre las cosas primordiales
me enojé cuando pronunciaron tu nombre
en lugares comunes.
Quisiera que olas frías fluyeran en mi mente
y que el mundo se secara como una hoja muerta,
o una semilla de diente de león y así fuese barrido,
para volver a encontrarte,
a solas.