En esos días de mayo, en medio de la Pandemia China, hurgaba en los estantes de mis libreros. Era un viaje exploratorio, sin buscar nada específico, solo repasando títulos, recordando lecturas, rememorando portadas, releyendo dedicatorias. Pero de repente me di cuenta que regresar a los libros es realmente adentrarse en un profundo viaje a la soledad, traspasar la puerta que conduce a la verdadera nostalgia.
Entre los libros que encontré estaban los del poeta David Lago González, fallecido en Madrid, España, el 18 de octubre del 2011. Pero, ¡por Dios!, el día de mi búsqueda se estaba conmemorando un aniversario del nacimiento de Lago, ocurrida el 21 de mayo de 1950, en Camagüey, Cuba. David Lago hubiera cumplido 70 años.
Hallé sus libros de poesía Los hilos del tapiz (1994) y La resaca del absurdo (1998), ambos publicados por la editorial Betania de Felipe Lázaro, en Madrid. Quizás el mayor redescubrimiento fueron ocho títulos de las Ediciones Timbalito, una serie de libros artesanales que Lago confeccionaba e imprimía en pequeñas tiradas numeradas.
Para echar adelante las Ediciones Timbalito había que realmente hacer un tremendo esfuerzo, pues todavía el proceso editorial no se había abaratado como lo está hoy en día y, además, en la España de esos años sacar fotocopias era bastante costoso. Son libros en general poco agraciados, que por su diseño y maniobrabilidad parecen libretas de notas, pero le permitieron a Lago publicar su literatura, ya que a través del proceso con editoriales establecidas le resultaba muy costoso. Gracias a su empeño su obra literaria es más extensa. En una nota sobre su proyecto destacó: “Ediciones Timbalito no es una editorial, sino una manifestación anárquica en contra del mercantilismo de las editoriales españolas”. Luego hurga en las definiciones sobre la palabra timbalito, para finalmente dejar constancia que también escogió el nombre por un barrio marginal que se levantó en Camagüey en los años 70.
En realidad no se sabe cuántos libros se publicaron bajo el sello Ediciones Timbalito. Tampoco en qué orden fueron saliendo. Uno de los títulos, Manual de convalecencia, aparecido en 1999, está dedicado a Agustina González Facundo (1910-1995), su madre, y cubre los cuatro años que la señora estuvo enferma. Además, incluye otros poemas y prosas de distintas etapas, incluso algunos escritos en Cuba.
En el mismo año 1999 publica La fascinación de lo difícil, un poemario cuyo título toma del poeta irlandés William Butler Yeats. Los textos en este libro se caracterizan por versos largos, a veces poemas en prosa y muy descriptivos. Todos los poemas están fechados entre enero y febrero de 1996, lo que indica una intensa actividad creativa en esos meses. Uno de los poemas termina con una intensidad aplastante: “Tiembla otra vez, torso desnudo, ante el recuerdo”.
El ejemplar de ese libro que poseo es el número 7 y en la dedicatoria escribió: “Para José Abreu y Luis de la Paz. ¡Al carajo los editores depredadores a los que hay que pagar por crear! Me lo hago yo solo, en acto de rebeldía. Un abrazo, amigos. David”. Luego agregó: “To be continue”.
David Lago, que decidió quedarse a vivir en España, sentía una gran fascinación por el inglés. Creo que lo dominaba, pero prefirió hacer de España su exilio y su tumba. Ese vínculo con la lengua inglesa se aprecia en la cantidad de notas, citas y referencias en inglés que emplea de manera recurrente. El libro Jazz Session (living standards, poems for the ancient Young angry man), publicado en el 2000, hace guiños en los títulos de los poemas a la música, al cine y la literatura. En In my solitude, en alusión a la canción de Billie Holiday, el poeta expresa: “La soledad es una pared llena de fetiches, de ídolos fracasados, de gente hermosa y palabras proféticas. La soledad es el traspaso del tiempo al espacio con palabras invisibles. Son también recuerdos”.
Su libro Lobos (transformaciones), del año 2000, es el más breve de todos. Tiene apenas 11 poemas, por demás cortos. Lago cuenta que los poemas que integran el libro fueron requisados por la Seguridad del Estado cuando allanaron la casa de Carlos Victoria en Camagüey, en 1977. Durante 51 días Carlos estuvo incomunicado por la policía en la sede de la Seguridad del Estado. En la pesquisa los interrogadores querían saber quién era el autor de esos poemas. David Lago alega que “Carlos Victoria, en prueba de amistad difícilmente inigualable, se adjudicó la autoría del libro en todo momento”.
En Tributo, como bien lo señala el título, Lago busca rendir homenaje a una época y a las figuras que giraron alrededor de ella. A las lecturas, a los amigos, al cine y la música. Un volumen donde se retrata la vida rota de muchos cubanos y las vivencias compartidas por toda una misma generación.
En Timbalito se publicó también Paseo de vida y muerte entre la tragedia y la pachanga (2000), un libro conmemorativo por los 20 años del éxodo del Mariel. El libro incluye textos de Lago y varias entrevistas a protagonistas de los sucesos de la Embajada del Perú en La Habana, y el posterior éxodo desde el puerto del Mariel hacia Estados Unidos.
Hasta ahora solo se han mencionado los libros de David Lago, pero Ediciones Timbalito publicó también a otros escritores. Del poeta Antonio Desquirón Oliva (1946-2014), dio a conocer Cuadernos de año y medio (1999) y El lado humeante (2000). Desquirón, amigo de David Lago y Carlos Victoria en los difíciles años setenta en Cuba, logró publicar sus libros gracias a Lago. Otro poeta, Raúl Ibarra Parladé (1938), vio su libro Foxtrot, aparecido originalmente en 1990, en Cuba, reeditado en España bajo el sello de su amigo David Lago.
David Lago González, hombre muy introvertido y de escasas palabras, se volcó a la literatura como su asidero más firme. Durante su andar sufrió los estragos de un régimen totalitario. Luego la experiencia del exilio no le fue tampoco del todo grata, pero vivió y murió como lo que era, un escritor.