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Hay que reconocer que Facebook está escapa’o. Entre tantas prestaciones, tiene además la capacidad de agrupar vertiginosamente, en una especie de federación digital, a idiotas, complejistas, degenerados, psicópatas, etc., ahorrándole a sus potenciales víctimas el tiempo precioso que les llevaría identificarlos uno a uno en la vida real -o en páginas sin conexión entre sí-, tras sufrir las pérdidas colaterales que toda interacción disfuncional proporciona. ¡Zuckerberg para el Nobel de la Paz! O quién sabe, tal vez para el de Medicina…
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¿Ya descubrieron el nuevo emoticon de Facebook? Le han puesto un corazoncito rojo en el centro, la carita amarilla se abraza a él y significa «me importa» (tercero de izquierda a derecha en la captura de pantalla que posteo aquí). Pero del famoso emoticon con dedo hacia abajo, en señal de desaprobación, que se estuvo sopesando instalar años atrás, ni rastro. Y es que este Zuckerberg es una mente. La cantidad de tarados que pululan en las redes desataría una avalancha de desaprobaciones, de deditos abajo, algo que el arrogante y emocionalmente indefenso internauta del siglo XXI no podría soportar. Los egos heridos del débil hombre-masa, que muy probablemente ahora mismo sea mayoría en todas partes, dejarían Facebook medio vacío y las acciones de la compañía perderían considerable valor.
Por cierto, ¿tanto emoticon de carita amarilla no habrá estimulado la invasión del virus chino?