El gran secuestro

 

Hay un pensamiento impuesto en Cuba, entre los intelectuales y sus verdugos, según el cual solamente habría instituciones «para escritores» cuando fuesen estatales, con un plan de inversión a gran escala para pagarles por su trabajo literario y supuestamente a cambio de nada.

De eso se ufanaban incluso Virgilio Piñera y José Lezama Lima en cartas enviadas a Fidel Castro muy al principio: felices de que el Estado por primera vez iba a imprimir y distribuir sus libros por miles de miles. Y sí, lo hicieron al principio. Pero la verdad se impuso: era a cambio del control total, el secuestro total, que pudieron comprobar cuando ese mismo sistema «paternalista» podía impedir por decreto que se imprimiera una página de cualquiera de los dos, y ya no podían llevarle sus textos a Úcar García, ni a Rodríguez Feo, ni a nadie.

De ese secuestro aún no se salen las mentes que en Cuba se cantan y celebran porque tienen un Estado que les paga sus ediciones con la misma mano que les da nalgaditas si se les ocurre tener una imprenta o una editorial independiente.

Hubo en Cuba una gran institución «para los escritores», la más grande, eficiente y necesaria que ha habido y puede haber, se llama libertad de imprenta, de impresión y de expresión. Y fue eliminada como nunca antes, ni en la época de la Colonia.

He visto noticias de reuniones de la UNEAC con escritores mendigándole a papá Estado ediciones, promoción, etc., y es vergonzante. Cabe recordar que existían miles de grandes y pequeños periódicos y revistas, imprentas y sellos editoriales a lo largo del país antes de 1959.

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Francis Sánchez
Ceballos, Ciego de Ávila, Cuba, 1970). Lic. Estudios Socioculturales. Máster en Cultura Latinoamericana. Fundador de la Unión Católica de Prensa de Cuba en 1996. Ha sido redactor fundador de la revista católica Imago (1996-2001) y Jefe de Redacción de la revista cultural Videncia. Dirige la revista independiente Árbol Invertido. Autor, entre otros, de los libros Revelaciones atado al mástil (1996), El ángel discierne ante la futura estatua de David (2000), Música de trasfondo (2001), Luces de la ausencia mía (Premio “Miguel de Cervantes de Armilla”, España, 2001), Dulce María Loynaz: La agonía de un mito (Premio de Ensayo “Juan Marinello”, 2001), Reserva federal (cuentos, 2002), Cadena perfecta (cuentos, premio “Cirilo Villaverde”, 2004), Extraño niño que dormía sobre un lobo (poesía, 2006) y Liturgia de lo real (ensayo, premio “Fernandina de Jagua”, 2011). Con Llamadme Libertad obtuvo el Premio ‘Dulce María Loynaz’ 2016, entregado por el proyecto Puente a la Vista.