La unidad cubana hoy es solo posible en la poesía, que es donde realmente desaparece el exilio y todas las barreras que separan o restringen. La poesía es una acto íntimo y un ejercicio de libertad, pero algunos no se enteran. No es creación humana, aunque se valga del hombre para materializarse; es un regalo, un don, tristemente quienes establecen límites son los hombres: la poesía establece puentes, rutas verdaderas de encuentro y reencuentro ya sea con nuestra tradición, con la cotidianidad o con nuestra propia memoria.
La poesía verdadera es multiplicidad, es lo que une o reconcilia, es un canto de exaltación universal que va más allá de latitudes y culturas. No es algo que esté en venta, no se compra, no se alquila, sobrevive a los conceptos e ideas dogmáticas y politizadas que tratan de regular la escritura en un intento banal, lejos de los convencionalismos intolerantes, de las ataduras históricas y oportunistas, de los estériles conceptualismos.
El poeta vive esa independencia que le da la poesía, tenemos mucho que aprender de ella porque es más que un estado del ser: no tolera moldes ni la inmovilidad, la encontramos diseminada en el cosmos con una capacidad de transformación avasalladora, ya se sabe que es lo esencial e infalible, le iría bien al hombre si no tratara de empobrecerla. Ella es indispensable para la creación de un nuevo orden, para el intelecto y la sensibilidad humana, un reino de verdadera autonomía que intenta valorar las posibilidades creadoras del hombre y sobrepasar las condiciones históricas, culturales que le impiden realizarse. Por eso solo en ella somos libres, verdaderamente libres.