Quienes quieren hacer ver que la poesía está dando sus últimos coletazos, los que creen que nadie puede despertarla o que es imposible revivirla, los que hablan de una generación cero… Ante estos críticos tan fuertemente influidos por una retórica retorcida, insubstancial, manipuladora, que no encuentran ya ningún atractivo, ningún sentimiento, ninguna cosa digna que los pueda conmover, también pudiéramos decir: la crítica murió y es mejor que esté muerta si esta es la propuesta que tendremos, no necesitamos panfletos llenos de mensajes negativos que paralicen a los jóvenes, ni siquiera que los hagan dudar, no necesitamos que le corten las alas en pleno vuelo con un discurso defectuoso y sagaz, lleno de un resentimiento brutal.
¿Acaso alguien ha podido ya definir la poesía, se sabe lo que es? ¿Alguien puede decir “esta es la poesía verdadera”? Ni la crítica es una ciencia exacta ni la poesía tiene alguna manera de ser medida.
Yo apuesto por una propuesta y visión anticanonista que nos retorne al pensamiento libre, que los escritores escriban sin las ataduras de teorías férreas, cientificistas, dogmáticas, competitivas. La verdadera crítica, si sirve de algo, es para cumplir su función mediadora, entendiendo que la especificidad de la literatura no existe, mucho menos en poesía. La crítica literaria debe ayudar a pensar, permitir el establecimiento de diálogos (en su interés de mediación) y lograr que sus planteamientos sean modelos de claridad expositiva. La actividad crítica cubana en estos tiempos de “crisis” no se salva, el análisis literario refleja algunas de sus características: el inconformismo, la incertidumbre y la desunión. En algunos casos, el crítico asume su papel de especialista sui generis, empírico, y en otros prefiere estar ausente. No espero que la actividad crítica se convierta en tabla de salvación, sólo creo que dichas valoraciones, en tanto productoras de conocimiento, nos hacen comprender mejor nuestras condiciones y actitudes. Si la literatura es una expresión social, y la poesía recoge toda esa pulsación colectiva, la crítica debería, por su parte, encontrar la manera de señalar cómo se materializan y exploran esos deseos y traumas que nos enfrentan a la necesidad de escribir y poetizar.
Es verdad que la algarabía producida por toda una multitud de poetas que logran autopublicar no pasa de ser un fenómeno real. Y aunque algunos críticos literarios acierten al decir que se pasó de lo deplorable a lo mediocre, puedo también decir sin temor a equivocarme que la cantidad de sandeces que se publica hoy no es mayor a la que se publicaba en otro tiempo. Lo que sucede es que el mundo tecnológico hace que nos enteremos enseguida de todo y de tanto, de toda esa banalidad o vulgaridad que abunda en el medio literario. Por suerte, también en países donde se dificultan las publicaciones, los poetas, no importa que sea desde un espacio virtual, a pesar de todo no dejan de estar, de lucir y mostrarse, no dejan de hacer evidentes poemas que permanecen por su fuerza expresiva, textos que siguen conmoviendo con la misma intensidad artística que las mejores obras escritas en otros tiempos.