Home Obras y autores ‘El pesador de palabras’, de José M. Fernández-Pequeño, un libro sin garata

‘El pesador de palabras’, de José M. Fernández-Pequeño, un libro sin garata

José M. Fernández Pequeño (o mejor, Pepe) es un perro viejo en la contadera de cuentos. Los inventa mientras bebe cerveza con los amigos y va enriqueciéndolos con su labia multilingüística. Tira al aire un tema que crece en su cabeza para robarse las palabras en el aire y usarlas en las madrugadas, que es cuando escribe escondido hasta de él mismo. Van cayendo los años al contador de cuentos, que ha visto muchas cosas y ha leído mucho más, y a medida que las canas nublan su cabeza es más diestro y escribe con más cariño, como si se le escapara la poesía que hasta ahora esconde.

En uno de los cuentos del libro que ahora nos ocupa, cuando las palabras mágicamente aparecen en las márgenes de una ensenada, él dice: “Si Cristóbal supiera cuántas veces he visto las palabras así como las describe, de un color que él dice entre carmelita y naranja, lo fácil que me sería aclarar sus dudas… Explicarle, por ejemplo, que no tienen esa apariencia por la forma en que el sol hace brillar el agua, y que tampoco debe sorprenderse porque permanezcan ahí, regaladas al balanceo del mar, indiferentes ante la presencia de tantos curiosos.” ¿No les digo?, ¡perro viejo! En cualquier momento se sale con un libro de poesía, aunque si ahora alguien le dice que escriba en versos, segurito que responde: ¿Oye, de qué carajo hablas tú?

Así dirá, y encima le colocará el acento dominicano.

Pero no solo es cuentero el hombre, también salió consejero. Hay un par de frases que le vienen bien a cualquiera y pongo ejemplos para que lleven carta:

“Es difícil no juzgar a la gente por su apariencia, lo sé, pero a veces eso trae más despiste que ventajas.”

“Uno hace el esfuerzo de, aunque sea en la vejez, comportarse como una persona normal. Basta ya de estar escribiendo invenciones, imaginando historias, intercambiando golpes con unas palabras que a fin de cuentas solo alcanzan sentido si logran zafarse de uno y abandonarlo a tiempo.”

El pesador de palabras (Editorial Casa Vacía, 2024) es un libro hermoso; para mí, el más sensitivo de su autor… ¡por mucho! Un libro que regala verdades dentro de su ficción poética, donde hasta el omnisciente que ya no le gusta a Pepe (dice él que nunca le gustó, ¡ja!) protagoniza las nostalgias; pero solo las palabras tienen la luz para desentrañar una variedad de situaciones en las que lo importante es lo que no se dice.

Hablo de un libro donde aparecen amigos y también Miami sin necesidad de nombrarlos ni de hacerse el miamita.

Es un libro bueno para pensar en las palabras, en su significado y su vuelo. Claro, porque ya él descubrió que tragárselas es la única forma de escribir un buen libro. También es bueno para la mesita de noche, para marcarlo, rayarlo y releerlo cuando te sientas solo: “Puede que haya un momento en que sus signos se hagan inaudibles para el universo (cualquiera sea la amplitud que concedamos a tal palabra) y su avance hacia el horizonte desaparezca en el radar de los dioses. Sin huella no hay presencia, al menos no para los ojos humanos, con su horrible pretensión de atrapar la mayor cantidad posible de realidad y elaborar rutinas.”

O pa’ devorarlo antes de dormir.


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