Roberto Fabelo en España. Un (re)encuentro transhumano

Fabelo en el Museo Goya con su propuesta 'Divertimentos'
Este verano el artista estuvo en la Casa de América de Madrid con «Mundos. Goya y Fabelo», en el Museo Goya con “Divertimentos” y “Sobrevivientes”, y con la macro instalación “Liderazgo” en la Plaza del Pilar de Zaragoza. Una muestra multidisciplinar que reunió pinturas, dibujos y esculturas.

 

 


Se descubre la obra de madurez de uno de los más grandes y significativos artistas de la plástica cubana del siglo XX, a diferencia de cualquier ideario político distinto y/o anuencia partícipe o tácita al régimen de “La Vana” (siendo generosos en los argumentos).

Trazo personalísimo e inconfundible de un metier tan exquisito como provocador, que sorprende a primera vista con esta incursión escultural, cuya escatología entomológica resulta incluso denuncia “metamórfica” a lo Gregorio Samsa —quizás en primera persona—, nexo con esa Cuba exhausta, erosionada, de tan rendida resistencia y lento derrumbe durando en su vía crucial.

Una historia moral que más allá de los discursos del ego (frase suya extraída del comunicado de prensa), la complejidad psíquica de la “erotización del sufrimiento”, los procesos subliminales de continua “indefensión inducida” (de cualquier cubano), la “disonancia cognitiva” a que se fuerza un creador constantemente fuera de su zona de confort, va cargando con todo el peso de su responsabilidad experimental, con vigor y denuncia.

Hoy Fabelo procura hablarnos (con cada gigantesco insecto) sobre su tanatoria versión/visión del presente y futuro inmediato de una modernidad instituida como crítica que resiste a la razón kantiana.

Los insectos de Roberto Fabelo en Zaragoza (cortesía Adrián Morales)

Voluntad advertida en el tono de cada imagen, desde la correcta modestia de una ausencia total del “optimismo triunfalista” que prefier@ leer como dura autorreflexión melancólica (incluso animalista o eco-conservadora), borde distinto tras la frontera de un “Yo” (inconsciente) (ilu)Minado por el omnipresente y omnisciente “Terator”, el carbón e innumerables visiones iconoclastas para un simbolismo recurrentemente surreal y un expresionismo que casi caricaturiza nuestro presente. Inmerso en la supervivencial cotidianidad de un contexto disfuncional (cubano) a todas luces, cuya gerontocracia de “rinoceronte rojo” a contra corriente, (compréndase también “inverso al rebaño”) en necia cualidad, resiste encarrilar su sentido común, cuya ¿normalidad?, se me antoja “lento paso del mulo en el abismo” —al decir del poeta José Lezama Lima.

¿Quién le tiene miedo al rojo, miedo al rojo, miedo al…?

Cada animal fabricado en fibra de vidrio desproporciona su tamaño en el caso de los insectos… pero respeta la dimensión natural cuando se trata de los paquidermos. Tanque ideario colorado a contracorriente, que aquí detenta (al menos conceptualmente) a la administración pública, pro/contra liturgia, frente al culto Mariano de Santa Maria del Pilar, ahora mismo en Zaragoza en pleno casco histórico.

Contexto corazón hisPánico que aún debate condonar la deuda de Cuba de 2,000 millones de euros durante el Gobierno de Sánchez Panza, (tal hiciera el CAME y todo el excampo socialista y la URSS en su momento, incluso la Canadá más zurda, por contribuir inmoralmente a lo impagable de un país disfuncional). Todo esto frente al inminente arribo de un Partido Popular al que pese a ganar las elecciones le resultará difícil gobernar, atenazado por secesionistas pidiendo amnistía para su propia traición de estado y (¿ex?)terroristas etarras (que entrenaban en La Vana) convertidos en seudo parlamentarios. Tal es el presente de este proyecto que trae Ibercaja en medio del aberrante panorama político de cIBERIA, letal encrucijada con la venia del contribuyente, claro.

Un conjunto de trabajos de Fabelo que dialoga con la obra del célebre maestro español Francisco de Goya y Lucientes. Reverencia que ubica con humildad de deudor asumido… personalísimo dibujo rompiendo los límites de la fantasía con una imaginación sin fin y un oficio cuasi renacentista, émulo de los antiguos ilustres.

Deslumbra a propósito su retrato del maestro español como dormitando hacia el “lado izquierdo” de la figura, donde pulula sobre su cabeza desde “La maja desnuda”, al “Fusilamiento del 2 de mayo”, los “Caprichos”, algunos “Desastres de la guerra” y hasta aquel “perro” inquietante sobre el muro inolvidable (pero también invertido hacia la izquierda), todo  sumergido en un elegantísimo monocroma ocre, unos valores y unas líneas de ritmo de una suavidad asombrosamente orgánicas, vinculantes.

Obra maestra del apropiacionismo, la inter-referencia, la cita cruzada, la dimensión culta, la transversalidad, plus su estudio clásico… pero a su vez futurible, fresco, repleto de una belleza tan extraordinaria como rabiosa de contemporaneidad, que a mi entender ronda entre las mejores y más hermosas piezas de la exhibición.

Quizás se echa en falta (sugiero más adelante en lo posible, de cara al autor) alguna incursión filmográfica o animación video-instalativa posterior, que pide a gritos su oficio, símil de lo que el sudafricano William Kentridge genera como arriesgada proyección del magnífico dibujante que se sabe al movimiento animado del celuloide. (Mucho más delicado y refinado Fabelo, más expresionista y grotesco Kentridge). Se me antoja amplificación plus u otra línea argumental, conectada al literalismo simbolista evidente, innato e incondicional, que se percibe como regla general en todo el conjunto; laborioso compromiso figurativo de una obra, evidentemente inmersa en todas sus delirantes imágenes del (en)sueño, donde a su vez somos soñados:  El omnipresente antropos, la animalización de(l) poder (“animales de poder”, del “Ixtlán” de Carlos Castaneda al “Opio” de Jean Cocteau), fusiones híbrido, plagas, la prenda, la virgen y los cacharros, en su “Tótem y Tabú”. Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos —diría Sigmund Freud poniéndose filosófico y antropológico, invitando a un ensayo psicoanalítico mucho más profundo.

En este caso, enfocado a ese punto deslumbrantemente oscuro de transmodernidad al que nos tiene acostumbrados. Donde, noto, Fabelo también juega con la “Pimp Culture”, lo expresionista y un punto “Orco” o “Trasgo” (orcs o goblins —dixit— en las publicaciones originales inglesas) del “Legendarium” J. R. R. Tolkien, como “neoraza” fantástica de criaturas usadas como soldados y secuaces por los grandes villanos; tipo de organismos para una bio-alternativa transhumanista, “mutatis mutandis”. Posible torsión de la jubilada lógica darwinista que me sumerge en la mítica historia (culto) de los “senobites” a lo “Hellraiser” y “EraserHead” (juntas); para mejor kafkian@ metamórfic@ in continuum, cuya recurrente dark fascination o la “fascination ténébreuse” —sentencia Jean Baudrillard— es su “Power Inferno”.

Sugiere Nietzsche enterrando a su Dios muerto: “Has de tener cuidado por cuánto tiempo te asomas al abismo, porque también el abismo se mira en ti”.

En general, están pasando muchas cosas alineadas a un inevitable panorama de cambio paradigmático respecto a la lectura de Cuba, (en) el mundo y demás, del cual Fabelo no es ajeno. Presentándonos su metagenealogía de obra y actitud, mecida por una revelación inconsciente a chorro. Lo digo de corazón y desde la admiración más honda, por su particular modo de somatizar la experiencia. Pues como sugiere mi radical canción: “No hay bondad (ni gracia, ni talento, ni don) que no reciba castigo. Nadie tira piedras a un árbol sin frutos”. 

Hace muchos años, conversando con el maestro de la pintura cubana (incluido en el libro, de Edmundo Desnoes, Los diez pintores concretos cubanos) Luis Martínez Pedro, en su casa y sótano estudio, donde pintaba, en El Vedado de La Vana (gran amigo de mi familia, y en muchos casos mi mentor), me sugirió descubrir su obra… corría el controvertido principio/mediado de los 80. Él gustaba mucho del trabajo de Fabelo. Admiraba su dibujo exhortándome a seguirle. Y aunque mi carrera la desenvolví por otros derroteros formales, guardo un enorme recuerdo de esa época en la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) con Marcos Peña, Alberto Pujol, Sergio Giralt (hijo), entre otros, que fundábamos por entonces el grupo “Realismo Interno” (contemporáneo a la vanguardia de “Volumen Uno”). Con un catálogo (que aún conservo) que nos hiciera Gustavo Dubuchet.

Tanto en la memoria del momento en que nos conocimos y coincidimos. De esa época recuerdo sus colaboraciones en la otrora revista Caimán Barbudo, Somos Jóvenes entre otras.

A mi entender, cuán injusto ha sido (fue/sigue siendo) ese país con el compatriota Roberto Fabelo y, sobre todo, la “entelequia” del ISA (Instituto Superior del Arte cubano) al calor de los 80, que siempre le vio como ¿mero? “ilustrador” y no en la envergadura de artista y talento que amerita y es; excluyéndole sistemáticamente de infinidad de proyectos incluso internacionales, de prestigio, en los que debió estar: El “Objeto Esculturado”, “El Castillo de la Real Fuerza”, “Cuba Ok”, “Cuba. La Isla Posible” o “Cuba siglo XX, Modernidad y Sincretismo” —solo por citar al azar algunos ejemplos y esfuerzos; donde Dios y ellos, que ya tampoco están, la catalana Doctora en Arte, María Luïsa Borràs, y el canario curador Antonio Zayas, supieron muy bien de mi interés en incluir a Fabelo. Lástima haber estado en minoría, que se impongan siempre los abusos de la estadística que son las democracias. Él debió figurar con luz propia pero tampoco sucedió.

Hoy tanto como ayer es un innegable, un imprescindible.

Adrián Morales y Roberto Fabelo en la Plaza del Pilar de Zaragoza.

Y muchos de aquellos odiadores se atragantarán con sus lenguas, amén de una obra y un trayecto tan paciente, de largo recorrido e indiscutible soberanía… el peso de un generoso corazón de soberbia estética. Sorprendente poética que contribuye con belleza al mundo. Siempre insisto en que: “el mundo está enfermo por falta de belleza”.

Cualquier día podré contar mis enormes broncas de entonces con muchos (de cuyo nombre no quiero acordarme) defendiendo su trabajo frente a un montón de hipócritas mediocres que hablan del “torero” protegidos tras la valla, sin bajar jamás al ruedo frente a los afilados, enormes e intimidantes cuernos.

Al final la historia me ha dado la razón.

Y se lo ha hecho “solo”, con su preciosa mujer Suyu Hung, amantísima de toda una vida, contra viento y marea. Pareja ontológica y seguro musa, que soporta igualmente sobre sus hombros el peso del humilde y adorable (in)Genio.

Lindo regalo volver a disfrutarle(s) después de tantos años.

Fabelo ha terminado imponiéndose. Triunfo de su “Sol Invicto” que nadie puede tapar ni con mil dedos. Mundo fascinante el suyo, con tan asombroso nivel de preciosismo y realización exquisita.

Esta instalación de “Sobrevivientes” viaja con resaca desde el 2009, cuando la expuso en la fachada del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, cuyo director J. A. Fernández Torres, señalaba que esta obra de Fabelo: “Propone una conversación entre el arte y la institución, sobre la necesidad que tiene el museo de reinventarse a sí mismo”.

Más allá o más acá de la obviedad y las plagas que el comunismo exporta: El comején en el Teatro Carlos Marx, los piojos en las escuelas, los cerdos en los apartamentos, las clarias a la bañera/tanques en patios y azoteas, el ínfimo pollito criado por el racionamiento, el dengue, el ladrillazo, la “chispa ‘e tren”, el chupichupi, la bajanda en la malenca, la carencia de salubridad y agua corriente, los interminables apagones, etc. Todo eso y más, que entra o sale de la alcantarilla —advierte el “Alarido” ¡Moloch! de Allen Ginsberg—, ha dejado de ser nimiedad o aparente negligencia aislada, vuelta conflagración estructural sistematizada, instituida como Política de Estado, como las “cucarachas” omnipresentes en medio de una Cuba surreal que agudiza el ingenio por “supervivencia”… Percibamos pues con atención como el acosado talento dura y/o escapa con luz propia, (in)visibilizando otras, a pesar de cualquier inconsistencia ideologética.

Estos insectos de Fabelo son “la proclama”, la psico/pulsión entiéndase, “materia prima” de este “Nuevo Orden Victimario Sentimental Mundial” donde ciertos países al límite de sí mismos se vuelven “exportadores de catástrofes” (Baudrillard dixit) tal como “las tribunas llenas de monstruos” que la otrora maestra Antonia Eiríz creará en los años 60 y le costara, como a Padilla, Virgilio, Orlando Jiménez Leal, Nicolacito Guillén Landrian, Nestor Almendros y tantos otros, la censura, el ostracismo frente a la pistola humeante sobre la mesa en aquella mítica “amenaza a los intelectuales”, pues siempre fueron más que “palabras”. Una deliberada razón psicótica para el ninguneo, la violencia y la desgracia.

Hablo si se quiere de los mecanismos que un creador suscita para sobreponerse, sobrevivir y resistir con resiliencia (gracia) un Estado de Gracia, como (in/e)xilio, balsa e impronta generativa con/contra un sistema dictador que cree en un “arte incompatible a la política”, pero no cuando se trató de “fusil contra fusil”, los “campesinos ¿felices?”, el “obrero, la koljosiana” y/o servir a sus intereses.

Hablo de: Coherencia e integridad en relación a «obra» y “actitud”, el arte y la vida. Pues: No se trata de pedirle a nadie que se inmole o sea un mambí —me dice el extraordinario cineasta Ricardo Vega desde Paris—, bastaría con ser honestos, honorables, sinceros y decentes. Algo similar sucedió con el polémico: No sabe, no responde, desde Cuba,  con la inscripción de  su “Opus Habana” en el “Festival de Cine de Gibara”, donde “Nadie escuchaba”, nadie responde —parafraseando a Nestor Almendros y Jorge Ulla. Pues mientras se proyectaba una imagen de supuesta ¿integración? del cine y el arte cubano internacional, paradójicamente se exhibía “Bajo un sol poderoso” del cineasta Kiki Álvarez, donde también aparece (él, Ricardo, en este caso de actor, casi en el 35 o 40% del film) como causa “simpática” o “antipática” (según convenga) en los ya tan acostumbrados, sistemáticos y perennes mecanismos tácitos de ninguneo, censura y exclusión (incluso no declarada) del mismo exilio creador… siquiera, por citar un hecho en paralelo (nunca aislado, ni al azar) ocurriendo justo en el mismo instante donde todo esto tiene lugar.

La obra de Roberto Fabelo surfea (in)cómod@ sobre esos (in)evitables limbos de una cultura y una s(u/o)ciedad al límite, que pervive su inter maximalismo extremofilo informacional, sin pasar por alto las cartas de Herbert Marcuse a Martin Heidegger, que nunca se retractó de su pasado filonazi.

“La diosa de la historia no absuelve” (ignora Mein Kampf) por más que se desee, amén de una exhibición grandiosa y repleta de distanciamientos provocadores y hegemónicos en el (in)finito devenir del (con)Texto “Historia”, y las relativas referencias a la Virgen, ¿(in)compatible? o no, “incluso todo lo contrario” —proclamarían Jacques Bergier y Louis Pauwels en su “Retorno de los  brujos”—, al rojo rinoceronte de un “realismo fantástico” enfrentado al calor de: “La religión como el opio de los pueblos” y la abolición de la propiedad privada. Cuya ley del valor, por cierto, contradice el mercado, los palacios y las plazas mismas ultracapitalistas donde se valida y se legitima toda esta obra.

De forma obvia, todo el socialismo internacional y hasta en la actualidad China, Rusia o Corea del Norte (monopolistas de Estado) sobreviven hipócritamente con el dinero de su propio y ¿negado? capitalismo.

Fabelo en el Museo Goya, Zaragoza (cortesía Adrián Morales)

La manada de rinocerontes de Fabelo, la fuerza pujante de una naturaleza viva, no sigue “el rubor” crepuscular del supuesto “¿líder?”. Metáfora alineada o continuadora si cabe, con las reflexiones de un poderoso y enraizado árbol de antecedentes: ¿Alberto Durero, Jean-Baptiste Oudry, Rudyard Kipling, Eugène Ionescu, Ezra Pound, Salvador Dalí? O de nuestra propia cosecha y salvando las distancias, también Rubén Torres Lorca con una pieza extraordinaria de similar motivo; tras la pista interminable que subyace con integridad en el trazo y la tensión solemne, casi omnipresente, del blanco y el negro con su grises.

‘Liderazgo’. Los rinocerontes de Fabelo en Zaragoza (cortesía Adrián Morales)

Un animal totémico y acorazado, que sugiere que hemos de mirar la vida con consciencia heroica y no como una causa y su efecto, aunque sea (in)Just@, (i)Legítim@ y (no) Buen@.

Vivir no se reduce a un coeficiente, ni a un aprobado político, ni a una estadística… no es un camino asfaltado de rosas sino una “larga marcha” a/por pervivir (“sobrevividos”) sin animalizarnos, insectofílico-sufrientes de la cuna a la tumba, en prolongada “Mea Cuba” —Isla que nos duele en todo el cuerpo.

Finalmente comprendo que… Todo mártir anhela un fuego donde arder, un cuerno que le embista o una espada sobre la que echarse.

Tan activo, tan vivo, tan joven, tan solemne.

A Roberto Fabelo… respeto y gusto volver a verte.