Quedé totalmente consternado con la noticia. No podía creer que tanta inteligencia, bondad y talento se fueran así, en un instante. He llorado. Necesité unos días para reponerme y escribir estas líneas.
Carlos Alberto Montaner fue mi amigo, porque era amigo de todos. Su humildad daba para eso y más. Recuerdo nuestro primer encuentro en Madrid, en 2001, cuando asistió a la presentación de mi libro ensayo publicado por Betania El único José Martí, principal opositor a Fidel Castro, en la sede de la Fundación Hispano Cubana. Ya él era una figura internacional respetada y admirada. Yo apenas despuntaba, casi renacía. Allí le hablé de mi novela Procesado en el paraíso y le envié el primer capítulo, unas 25 páginas. Me invitó luego a su casa y me prometió escribirle el prólogo. Allí me encontré también con el escritor argentino Jorge Masetti hijo. Había llevado conmigo a mi madre a pesar de que se sentía mal del estómago. Su gentil esposa Linda, a quien le ofrezco mi más profunda condolencia, le preparó un cocimiento que la mejoró muchísimo. Me sentí bien recibido. Acababa casi de salir de la prisión política castrista. Intercambiamos experiencias. Estábamos en la misma página. Pero mi novela tardó 20 años antes de que la diera por terminada.
Hice coincidir mi viaje con la Feria Internacional del libro de Madrid, celebrada tradicionalmente en el gigantesco parque de El Retiro. Allí firmé libros en la caseta de la Editorial Verbum, que había publicado mi trilogía poética Los ángulos del silencio. Fue una semana intensa de actividades y trabajos. Mi madre fue declarada “Personaje del año” por el grupo de intelectuales que en amena conversación la interrogaban sobre los problemas de Cuba. Era muy comunicativa. Las mujeres la rodeaban y ella, entusiasmada, elevaba a veces demasiado su potente voz en la fiesta-tertulia que se realizó para darme la despedida.
En el Festival Vista de Miami, diciembre de 2016, me encontré nuevamente con Carlos Alberto, como se ve en la foto de portada. Fui invitado para presentar mi libro Cuentos de la prisión más grande del mundo, que llevaba su generoso comentario en la contraportada. Pero mi novela aún no estaba terminada. Nuevamente nos encontramos en el 2018 con motivo de la presentación que hicimos el escritor Manuel Gayol y yo del libro Cuentos erróticos I. Vivir en Canadá me aísla un poco de todo. Y perdí la oportunidad de obtener su prólogo. Su enfermedad había avanzado demasiado y yo no lo sabía.
De todos modos, fue para mí un privilegio contar siempre con su amistad y apoyo. Nos unió la literatura y la lucha por una Cuba libre y democrática. Estuvo activo hasta que consideró que ya no podía más con su devastadora enfermedad. Tenemos un mundo cruel, donde los dictadores sobrepasan los noventa y los liberales-libertarios se nos van cuando más los necesitamos. Ironías de la vida, porque su enfermedad, “Parálisis supranuclear progresiva”, había minado precisamente su fructífera capacidad intelectual, que era su razón de existir, de vivir para crear obras para bien de la humanidad. Profesor universitario, periodista, elocuente conferencista, editor, agudo ensayista, novelista, analista político, columnista, se encontraba entre los diez escritores más influyentes del mundo hispanohablante. Tuvo la facilidad y la elocuencia argumental necesarias para salir triunfador en todos los debates públicos que sostuvo con sus oponentes.
Supo unir la acción a la palabra. Con 17 años fue condenado por el régimen castrista a 20 años de prisión, de la cual pudo escapar de manera espectacular al poco tiempo y pedir refugio político en la embajada de Honduras. Mas de 60 años de estudios, trabajos y activismo político y cultural intensos, unidos a los premios y reconocimientos recibidos, le granjearon respeto y admiración entre sus colegas, lectores, coterráneos y contemporáneos. Era sin dudas todo un símbolo del exilio cubano. Con una treintena de libros publicados, ha sido traducido a varios idiomas. Entre sus novelas destacan Perromundo, La hija del coronel y Otra vez adiós. Entre sus libros de ensayos, Viaje al corazón de Cuba, Libertad, la clave de la prosperidad y Cómo y por qué desapareció el comunismo. Como coautor publicó Manual del perfecto idiota latinoamericano y Fabricantes de miserias. En el 2019 aparecen sus memorias Sin ir más lejos, donde ya anunciaba su enfermedad degenerativa.
Al entender su dramático final, totalmente irreversible, decidió terminar con su vida acogiéndose a la ley de la eutanasia en España. Decisión crucial para él. Doloroso momento para todos. Se nos fue, pero su semilla quedó plantada en muchos corazones agradecidos. ¡Honor eterno para el amigo eterno!