En 2021 en Hialeah, a un costado de Miami, el candidato a la alcaldía Esteban Bovo puso en el mapa político el término «sapingo», vistiéndolo de largo en la jerga cubanoamericana.
Según la Real Academia de la Lengua Española, sapingo «es voz recogida en varios diccionarios de cubanismos, donde se indica que se trata de un adjetivo despectivo con los sentidos de ‘estúpido’ e ‘inútil’, ‘que no vale para nada'».
DiccET, proyecto «que busca complementar a otros diccionarios y obras lingüísticas», define ‘sapingo’ como «insulto usado contra una persona a la que se considera inoportuna, molesta, vaga, tonta o despreciable. ‘Es un sapingo abusador lamebotas’. Es propio del español de Cuba».
Se cree que el término surgió más o menos oficialmente en la mayor de las Antillas en la pasada década, en la ciudad de Santa Clara, popularizándose luego en las redes sociales. En principio aludiría, tal vez peyorativamente, a ciertos grupos de jóvenes aficionados al arte y la literatura, la nueva trova y la farándula cultural.
Como ejemplos actuales de sapingos puede mencionarse a los gobernantes Miguel Díaz Canel, Manuel López Obrador, Viktor Orbán o Vladimir Putin, entre muchos otros. El mundo está lleno de ellos y el pueblo puede elegirlos o no… pero siempre los padece.