Si la patria solo fuera paisaje… todas las playas de este planeta serían mi patria.
Partiendo de la base de que, para los cubanos, la «patria» serían precisamente ellos mismos, los propios cubanos, cabe reconocer que el castrismo constituye un mal relacionado con el patrioterismo, la prepotencia, el parasitismo, el canibalismo y otras actitudes relacionadas que vienen incubándose en la «patria» desde la colonia y se han institucionalizado, tras volverse tradición, después de 1959.
Esa visión un tanto ingenua, o idealista, de que Cuba solo son las tradiciones buenas o los cubanos ejemplares o «las palmas que esperan» -o los cimarrones como yo-, puede llegar a ser muy perjudicial porque cuando se ignora la totalidad y profundidad de un problema frecuentemente nunca se resuelve, o supera, el problema. No hay que temerle a las realidades desagradables, o esconderlas, sino intentar cambiarlas, o al menos esclarecerlas.
Cabe repetir que una de las razones por las cuales la «patria», los cubanos, viven en la miseria y la esclavitud, tal vez la principal, radica en que una mayoría de ellos ha despreciado la libertad como valor superior. Han escogido la «cueva patria», su propio ego revuelto, el potaje que los protege del supuesto ridículo del supuesto fracaso a la intemperie.
Quienes han despreciado la libertad no son el paisaje, las palmas, las playas: Son esos mismos cubanos, de dentro pero también de afuera -ojo, hasta en Miami puedes ver a muchísimos despreciando la libertad-, que han puesto por delante sus eufemismos y dependencias, sus viciadas relaciones de «producción» e intercambio. Que han puesto por delante -de la incertidumbre del cimarrón- el grillete del potaje.