Los hombres y mujeres que golpean a sus compatriotas porque estos no coinciden con su ideología —con la ideología en el poder, que los ampara— sin duda son personas cobardes.
Amparados, respaldados por el poder, sabiéndose dueños de la impunidad, hemos visto en la Cuba de los últimos años a las llamadas “brigadas de respuesta rápida” —compuestas solo de varones revolucionarios— golpear a hombres y mujeres que se manifiestan pacíficamente.
Asimismo, se suman a este tipo de “combatividad revolucionaria” personas que, indignadas por alguna acción “contrarrevolucionaria” de su prójimo —ya sabemos que en Cuba aun contradecir al régimen afirmando que el azul es azul puede resultar contrarrevolución— la emprenden contra este mediante los llamados “actos de repudio”, una muestra de la peor vileza; un griterío de cochinadas contra el vecino de enfrente que en ocasiones ha pasado a la agresión física.
El poeta cubano Alpidio Alonso nació en 1963, en La Dalia, un caserío de 800 habitantes cercano a Yaguajay, municipio con 60.000 habitantes perteneciente a la central provincia de Sancti Spíritus. Alguna vez él manifestó que era revolucionario sobre todo por las anécdotas que escuchara acerca de la desigualdad que imperaba en la Isla, y todavía más en sus campos, antes de la revolución de 1959.
Mentiría yo por omisión si no dijera que es —o era— un tipo suave, fácil, terneza a flor de piel; alguien con suma calidez para tratar al semejante, solidario en buena medida.
Mentiría igual si me callara la opinión de que es un excelente poeta.
¿Qué lo llevó a agredir físicamente al periodista independiente Mauricio Mendoza cuando este, el pasado miércoles, cubría una protesta pacífica que llevaba a cabo un grupo de creadores frente al Ministerio de Cultura?
Digamos que fue la “ira revolucionaria”.
La ira del revolucionario que se sumó a la revolución en busca de la igualdad social y política y hoy es parte de la gran desigualdad ambiente.
Queda una pregunta: ¿como los integrantes de las “brigadas de respuesta rápida” y los revolucionarios que realizan los “actos de repudio”, Alpidio tenía en su inconsciente que Mauricio Mendoza no le devolvería el golpe, que no podía devolverle el golpe?
En 1998, Alonso ingresó en la Uneac (Unión de Escritores y Artistas de Cuba). Desde finales de 1980 a 2001 vivió en Santa Clara, donde dirigió la editorial Sed de Belleza y trabajó en la emisora radial CMHW. En 2001 fue elegido presidente de la agrupación de jóvenes escritores y artistas Asociación Hermanos Saiz. Luego fue vicepresidente del Instituto Cubano del Libro y desde 2018 es ministro de Cultura.
Aquel dijo que “El poder corrompe” y humildemente agrego que no solo corrompe a quien lo detenta, sino a quienes se encuentran cerca de él y llegado el momento no pueden negarse al “ascenso”.
También hacen daño a la poesía, al ser, las malas compañías. Eso de tener de vecino de escritorio a alguien tan repugnante, ventajista, torpe, cerril, “cavernicoide” como el viceministro Rojas, resulta en realidad muy dañino.
En algunos de sus versos, Alpidio Alonso nos hace saber:
“Decir alguna vez, mirando la ceniza: no hagas caso del gris, todo no es más que brillo amontonado”.