Es necesario poner en contexto los sucesos que desencadenaron la agresión sexual, por seis individuos, contra la hija de Cleida García el pasado 6 de septiembre en La Habana. Necesario para las mentalidades pedófilas que responsabilizan a la menor y a su familia por el horrendo crimen. Horrendo crimen, insisto.
¿Una niña de 13 años, recién cumplidos insisto, no tiene derecho a ser parte de la sociedad?
¿Una niña de 13 años no puede ir a la cafetería cercana a su casa; visitar a sus amigas; interactuar en su barrio; hacerse selfies?
¿Una niña de 13 años no puede ser niña?
¿Una niña de 13 años es culpable de que existan pedófilos; predadores sexuales que premeditan la cacería; que sabían además que era una niña de 13 años?
La agresión sexual contra la hija de Cleida fue premeditada. Bien hilvanada para no dejar opción de escape. A la hija de Cleida la cazaron. La emboscaron con paciencia.
El manipulador, el sujeto de 20 años de edad, tejió el escenario a través de #ToDus. Con calma [no fue de un día para otro] llegó a convencerla de ser «novios».
Luego, le propuso sostener relaciones íntimas a las cuales, en principio, la niña se negó. Este primer escenario se limitó a través de ToDus.
Cuando el 6 de septiembre este sujeto interceptó a la niña mientras esta se dirigía a la cafetería cercana al domicilio de su abuela, no fue un hecho fortuito ni casual. La estaban velando.
Allí, en la cafetería, insiste a la niña en irse con el a su domicilio para concretar la relación íntima. La niña duda, pero el predador insiste. Hasta que la convence.
La niña accede a tener relaciones íntimas con este sujeto en cuestión [que ya de por sí incurre en un delito tipificado en el Código Penal cubano] mediante un franco proceso de manipulación que comenzó, se dijo antes, a través de ToDus.
Ojo, e importante: en cualquier escenario se trata de manipulación. Una menor de 13 años no está en capacidad de confrontar la manipulación de un adulto. Toda la jurisprudencia, en al menos los últimos cincuenta años, lo confirma.
Volvamos a los hechos.
Una vez en casa del manipulador-predador y consumado el acto, la niña se percata de la presencia de otros cinco sujetos que, de antemano, habían concordado perfectamente en la ejecución del plan.
Bajo amenaza, y temiendo algo peor, la niña se quedó sin opciones: sufrir el vejamen grupal.
Ninguno de estos seis sujetos está justificado. Como tampoco está justificada la morosidad, la desidia y la burocracia de las autoridades del régimen cubano, que han resultado en injusticia para la niña y su familia.
La niña y su familia tienen que sufrir ver a diario a los agresores. Sufrir el cuchicheo a sus espaldas, la denigración de la niña: el «ella quiso» y el «ella se lo buscó».
¿Qué niña o adolescente, de cualquier edad, se busca ser agredida sexualmente, ser violentada, ser blanco de predadores sexuales?
Habría que tener una mente muy enferma para siquiera pensar que una niña o adolescente es culpable de ser violada por seis sujetos. Seis sujetos que la emboscaron, la acecharon, la cazaron, la midieron, la manipularon.
No hay que ser madre o padre para entender que una niña de 13 años vive todavía la maravillosa inocencia de ser niña.
En toda esta historia no hay un solo ápice de grisura. Solo hay dos bandos: los culpables absolutos [los seis sujetos] y las víctimas absolutas [la niña y su familia].
Simple y sin discusión de índole alguna.
Un segundo bando culpable, igual sin dudas, es la estructura gubernamental del régimen cubano que, hasta este minuto, no ha dado un solo paso hacia la justicia.