«Hay que entender que los hombres sabios buscan en lo efímero, y cercano, lo más grande. Para ello Rafael Piñeiro desarrolla en este poemario una escritura fragmentada, sencilla pero densa, donde la subjetividad demanda un lector colectivo. No habla únicamente para él, sino que ofrece testimonio a todos. Se expone como la poesía lo hace, subrayando la ruina, el desencanto, las privaciones, las vejaciones dejadas atrás… para luego, en otro lugar, recrearse en su creación: en su familia y su entorno», apunta Ángel Velázquez Callejas.
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